El Yoga es una ciencia, estilo de vida, filosofía y método que tiene sus raíces en la época de los Vedas. Las primeras menciones del Yoga se encuentran en textos tan antiguos como el Rig Veda, y la primera definición de Yoga se traza lejos en el tiempo hasta el Katha Upanishad.
El Yoga se expone como un estado, como un método de distintas prácticas para alcanzar dicho estado y como una filosofía que sistematiza el método y expone el estado. Pero el Yoga sobre todo, es un estado. En todos los textos donde se expone el Yoga, se hace referencia al estado de liberación, al trascender el sufrimiento, a la unión con el verdadero Ser, el famoso estado que Patanjali llamó Samadhi.
El método ha probado a lo largo de la historia ser de gran eficiencia, no sólo para alcanzar ese estado de quietud plena de la mente y liberación del sufrimiento, sino como método de purificación del cuerpo físico, como método para mejorar la salud en muchos sentidos, beneficios que empezaron a ser expuestos en la época del Hatha Yoga Pradipika.
En la época moderna tenemos hábitos, costumbres e intereses claramente distintos, y en general nos vemos más atraídos, en el mejor de los casos, por los maravillosos beneficios a nivel de salud que la práctica de āsana nos proporciona. Aunque una gran mayoría también nos vemos atraídos por las llamativas y retadoras posturas, por la posibilidad de desarrollar una flexibilidad y fuerza que no conocíamos, por los aspectos acrobáticos de la práctica. En otros casos, el yoga es motivo de atracción por el público que busca una disciplina para mejorar su aspecto físico así como para aquellos que buscan una distracción para relajarse y olvidarse de los problemas después de un largo día de trabajo.
Para cualquiera que sea el objetivo que nos atrae al Yoga, eventualmente terminamos comprendiendo que es un camino mucho más vasto que lo que inicialmente pensábamos y empezamos a tomar el método con más seriedad.
Pero volvemos a caer en la ilusión o el engaño de creer que entendimos y encontrarnos en una ignorancia aún mayor pues terminamos olvidando el propósito y confundiéndolo con el método. Siempre recuerdo una frase que leí en el libro “Autobiografía de un Yogui” de Paramahansa Yogananda donde un sabio le dice a Yogananda: “No confundas el método con el objetivo”.
A mi perspectiva, eso es lo que hacemos: tomamos el perfeccionamiento del método y lo confundimos con el objetivo. Y entonces yo me pregunto: ¿De qué nos sirve tanta perfección en la práctica de āsana si no somos capaces de practicar el amor y la bondad de forma indiferenciada, si no somos capaces de ser compasivos con aquellos con los que no estamos de acuerdo o con los que creemos que están equivocados? ¿De qué nos sirve tanta práctica y disciplina si no somos capaces de ser compasivos con la madre tierra, y entendemos tan poco sobre el daño que estamos causándole-nos? ¿De qué nos sirve tener una práctica constante/ ininterrumpida si no somos capaces de alegrarnos por la felicidad de los otros o si nos es indiferente el dolor ajeno y a veces inclusive pensamos que se lo merecen?
El método nos ayuda a limpiar los lentes de todo el polvo que se ha adherido al vidrio por tantos años, pero al final, lo más importante es tomar la decisión de empezar a ver.
Yo me cuestiono, como practicante y como ser humano, no para desarrollar culpa o arrepentimiento, pero para generar consciencia y cambio. Yo te invito a cuestionarte, y a que juntos hagamos del método una llave para abrir la puerta de una práctica aún más importante, la práctica del amor.
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