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El Alquimista del Cuerpo y el Espíritu

Cuando se ha despertado la estabilidad, se ha solidificado el canal y los fundamentos, es como si el canal del río estuviese listo para darle soporte al agua, para convertirse en el contenedor a través del cuál el agua puede fluir. Sólo cuando el cauce es sólido y preciso, el agua puede tener libertad para fluir, para adaptarse y tomar las formas de su entorno. Pero el agua quiere alcanzar horizontes más lejanos que la tierra, el agua quiere explorar las alturas y elevarse, el agua quiere la experiencia de lo sutil, es su camino. Así, aparece el fuego.


El fuego es el alquimista, es el elemento que viene a llenar a la materia más densa: la tierra y el agua, de la fuerza y el poder que necesitan para transformarse, para transmutarse y experimentarse en otras posibilidades, para inclusive, elevarse, como el agua que siendo sujeto del fuego puede evaporarse y convertirse en aire, habitar lo sutil de la experiencia.

En nuestro cuerpo el fuego habita de distintas formas. En el Ayurveda se dice que existen 3 tipos primarios de Agni (palabra en sánscrito para el fuego): Jatharagni, Dhatwagni y Bhutagni. Cada uno de ellos se encarga de distintas funciones en el cuerpo, por ejemplo el jatharagni es el fuego digestivo que se encarga de las funciones metabólicas de la digestión, el dhatwagni se encarga de los procesos metabólicos relacionados con la regeneración celular, produciendo los tejidos de los distintos sistemas del cuerpo, y finalmente el bhutagni es el fuego que se encarga de continuar produciendo todos los elementos constitutivos de la materia: tierra (prthvi), agua (jala), fuego (agni), aire (vayu) y éter o espacio (akaash).


Siendo conscientes del espíritu de cada una de estas funciones podemos reconocer que la función principal del fuego es la transformación.

Las posturas y movimientos de fuego tienen un efecto en nuestro cuerpo de conectarnos con nuestro poder personal, con nuestra fuerza de voluntad, lo cual es clave para que cualquier tipo de transformación importante pueda suceder, ya sea a nivel físico como sutil.

El fuego se aloja en nuestro Manipura Chakra, que corresponde al plexo Solar, ubicado aproximadamente unos 4 dedos por encima del ombligo. Éste es un punto de convergencia energética importante, tanto físicamente (convergen muchísimas terminaciones nerviosas y es además el mismísimo punto en el que se encuentra el estómago como órgano digestivo), como energéticamente.


Cuando ofrecemos cualquier elemento al fuego, éste se transforma en algo distinto. Precisamente esta es la oportunidad que nos ofrece el fuego en nuestra práctica postural y de movimiento, nos conecta con una hoguera interna que nos ofrece luz, ilumina y trae claridad hacia aquello hacia donde nos dirigimos; trae el calor que genera cambios, y trae el espíritu de la purificación. El fuego es considerado en tradiciones chamánicas como el abuelo que sostiene a la comunidad, que contiene las historias de nuestros antepasados y abre las puertas del misterio, abre las puertas hacia el corazón.


El fuego es el centro de rituales a través de distintas tradiciones ancestrales y geografías del mundo. En las tradiciones hinduistas, el fuego se utiliza en los rituales para purificar, es el purificador del alma y no hay ritual en el cual el fuego no esté presente. El fuego sostiene la luz y representa el triunfo de la luz sobre la oscuridad.



En nuestra práctica postural, el fuego se experimenta por medio de posturas que estimulan nuestro centro abdominal, incluyendo la activación del Psoas-iliaco, el recto abdominal, oblicuos interno y externo, transverso abdominal, y el control del diafragma. Las posturas que estimulan de forma directa y tangible a nuestro sistema digestivo como las torsiones, posturas de activación de centro y algunos balances de brazos, nos ofrecen un flujo de energía de fuerza, nos hacen sentir llenas(os) de poder, sabiéndonos las soberanas sobre nuestro cuerpo y nuestra realidad.



Pero no son las posturas por sí mismas las que generan el fuego sino la forma en la que las ejecutamos, la forma en la que estamos presentes en ellas, la forma en la que respiramos, y la forma en la que transicionamos de una postura a la otra.

Es por esto que el concepto de Vinyāsa viene a ser tan importante al realizar una práctica de fuego. El vinyāsa es la sincronía entre la respiración y el movimiento, y esta sincronía puede tener muchas cualidades, puede suceder de forma lenta y suave, o rápida y precisa. El fuego por su naturaleza es rápido, por ende, cuando practicamos con vinyāsas más dinámicos y usando una respiración que controla y restringe la entrada y salida del aire como la respiración Ujjayi, entonces, el elemento del fuego es estimulado de una forma especial y distinta al fuego experimentado durante la permanencia de ciertas posturas.

El fuego es como un antiguo brujo sabio que nos viene a recordar que dentro de nosotras(os) existe ya toda la fuerza y poder para poder crear, manifestar y transformar todo aquello que nuestro corazón desee y que esté alineado con las grandes fuerzas del Universo.


Llénate de fuego y empieza a retomar la soberanía sobre tu cuerpo, tus emociones y tu mente.

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