El Yoga Moderno no tiene porqué ser vacío… La práctica puede ir del cuerpo al alma.
- Luana Fara

- Sep 10
- 4 min read
Uno de los grandes retos que nos encontramos en el camino de la enseñanza del yoga es sentirnos desmotivados por un mundo que sobrevalora la forma, la estética y la moda, por encima de la profundidad.
Pero cuando aceptamos que desde siempre, todo ha estado sujeto al cambio, y que nunca ha existido una sola forma o expresión del yoga, entonces podemos abrir espacio para conciliar el conocimiento moderno con una tradición ancestral.
El Yoga que conocemos al día de hoy, si bien no es una invención moderna en su totalidad (aunque algunos académicos argumentan la tesis de que sí lo es), es muy distinto del Yoga de hace 500 años o de hace 2000 años.

El Yoga es un evento pluralista que ha evolucionado a través del tiempo, transformándose e influenciándose de muchas tradiciones, culturas y sistemas de creencias, desde las tradiciones védicas a los ascéticos sramanas, desde el budismo tántrico a las tradiciones vaishnavas y shaivas de la India. Y en la época pre-moderna y moderna nutriéndose de disciplinas físicas como la gimnasia, el pilates, la calistenia y más.
Las influencias del entorno son naturales y suceden en cualquier evento histórico, en especial las partes de una tradición que se exponen a ser transmitidas sin un sistema rígido, jerarquía o iniciación, como el asana. De allí que el Yoga Postural Moderno (concepto acuñado por Elizabeth de Michellis) tenga un enfoque tan claro en la postura (bueno, además de muchísimos otros motivos que nos llevaron a este enfoque desde la época medieval del Hatha Yoga).
Como profesores (de Yoga) es esencial comprender estos procesos históricos en los cuales se desarrolla y transforma el Yoga, para poder preservar su esencia y honrar sus orígenes (que son muchos). Esto no significa que conceptos como el Yoga Somático, Yoga Terapéutico, Yoga Terapia y otros estén “mal”. Estos resurgimientos responden a una no-intencional apropiación cultural del yoga por el Mundo Occidental, pero son sumamente beneficiosos para las necesidades de nuestra sociedad moderna. La problemática, desde nuestra perspectiva, no está en si las expresiones y estilos modernos de Yoga son Yoga o no, sino en la falta de contexto histórico y el pobre entendimiento filosófico que los maestros tenemos al empezar a enseñar, y la confusión que esto genera.
A esto , se suma el reto de un modelo de profesorado en el que con tan solo 200 horas nos convertimos en profesores de yoga listos para salir a enseñar una tradición que, como acabamos de explicar, tiene más capas, dimensiones y aristas que la mera postura bonita que vemos en la superficie.

No se trata de tener 10 años de práctica para poder empezar a enseñar. El camino de cada uno es distinto. Pero uno o dos meses de formación intensiva (enfocados en su mayoría en la práctica postural) no son suficiente cimiento para salir a enseñar la riqueza de estas tradiciones yóguicas con propiedad, confianza y con un propósito real de servir para guiar hacia la claridad del auto-conocimiento, e iniciar la búsqueda de la libertad.
Nuestro mundo moderno ha creado un sistema en el que practicar posturas dos veces a la semana y un título de 200 horas nos hacen creernos listos para ser profesores. Pero al salir al mundo de la enseñanza empezamos a darnos cuenta que el ideal de profesor de yoga con el que entramos a este camino tiene muchos vacíos que llenar.
Dado que el Yoga es una tradición TAN VASTA, ser profesor de yoga es un camino que implícitamente requiere que seamos eternos estudiantes.
Para poder ofrecer experiencias que vayan más allá de una clase física es necesario ser practicantes de muchas dimensiones del yoga: prácticas sutiles, prácticas devocionales, estudio de textos de sabiduría, prácticas de fuerza, y lo más importante, un compromiso inquebrantable con nuestra forma de relacionarnos con nuestro ser interno, con otros y con el mundo material.

El yoga como una experiencia integral y profunda nos lleva hacia espacios que revelan lo invisible, lo desconocido de nuestro ser, experiencias que nos llevan más allá de la idea romántica del amor y la paz, y nos sumerjan inevitablemente en una alquimia radical de nuestro corazón.
La mayoría de nosotros no somos yoguis solitarios entregados a una vida de renuncia en una cueva en las montañas de los Himalayas, sino que somos seres sociales buscando incorporar y adaptar estas altas enseñanzas de los yoguis ancestrales a una vida moderna llena de estímulos, distracciones y glorias desconectadas de la naturaleza original de la vida.
Por eso, encontrarnos en un contenedor vivo, lleno de herramientas valiosas y poderosas y con un sostén real para viajar a las profundidades, nos permite una transformación tan tangible y a la vez tan interna, en nuestra práctica, nuestra enseñanza y nuestra vida. Eso es Amrita.
Amrita es un programa de más de dos años y medio a través del cual no solo nos exponemos a información valiosa e innovadora, y a herramientas yóguicas ancestrales y transformadoras, sino que transitamos un proceso diseñado magistralmente para que no te quedes con la mera información, sino que la integres, la asimiles y te apropies de ella.
Por medio de la experiencia directa (pratyaksa) y personal, puedes convertir lo que suena como teoría fascinante en algo que para nosotros es oro puro: tu propio conocimiento!
Así que, si eres profesor(a) de Yoga y te sientes estancado(a), sin inspiración o motivación, o quizás con poca confianza y preparación, o simplemente tienes el deseo ardiente de profundizar y llevar tu práctica y enseñanza a una nueva dimensión, entonces este programa es para tí. Conoce los detalles AQUÍ.




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