El Sutra 1.19 de los Yoga Sutras de Patañjali, nos introduce a dos tipos o categorías de yoguis conocidos como los Videhas y los Prakrtilayas.
Sutra 1.19:
bhava-pratyayo videha-prakr̥ti-layānām
Como los demás Sutras, éste puede traducirse de formas tan distintas que casi nos ofrecen significados distintos. Por ejemplo, Pandit Rajmani lo traduce como: “Aquellos categorizados como Videhas y Prakritilayas nacen con la capacidad de alcanzar el más alto nivel de Samadhi (asampragñata)”. Mientras que Edwin Bryant lo traduce así: “Para (algunos), aquellos que están desengranados y aquellos que están fundidos en la materia, (el estado de Samprajñata Samadhi está categorizado), por la absorción en estados (sutiles) de prakrti”.
Este es uno de los sutras más difíciles de digerir, al menos desde mi experiencia personal, pues se refiere a dos estados de consciencia o mejor dicho, a dos “categorías” de yoguis que han alcanzado estados que desde mi perspectiva son difíciles de comprender con nuestra mente racional, en especial para aquellos de nosotros que no estamos ni cerca de tales estados de abstracción y de despredimiento del cuerpo.
Siendo un tema tan denso, me he basado en dos fuentes muy distintas para escribir este texto. La primera fuente es un comentario de Pandit Rajmani Tigunait (sucesor de Swami Rama en el Himalayan Institute), quien ofrece una explicación sencilla y fácil de digerir al respecto, y la otra fuente es Edwin Bryant, quien de una forma más académica y a la vez más compleja profundiza en los niveles de consciencia en los que existen los Videhas y Prakrtilayas.
Padit Rajmani explica que los Videhas son aquellos que se encuentran en un estado de evolución espiritual en el que se han liberado de la identificación con su cuerpo físico, y han trascendido sus necesidades primarias y biológicas, y la identificación con las gratificaciones y sufrimientos mundanos. Los Prakrtilayas son aquellos que su consciencia está completamente absorbida en la naturaleza. Tanto los Videhas como los Prakrtilayas, a pesar de haber logrado tal nivel de desprendimiento y abstracción, no llegaron a alcanzar la unión con la consciencia pura antes de morir, por ende, cuando vuelven a nacer lo hacen en el punto del estado de consciencia en el que dejaron su vida anterior.
Edwin Bryant expande el concepto de Videhas y Prakrtilayas con base en comentaristas tradicionales como Bhoja Raja, Vijñanabhiksu, Vyasa y Vacaspati Misra(quienes a su vez ofrecen posiciones ligeramente distintas). Explica que este tipo de seres se encuentran desencarnados, es decir, no están más identificados con la materia densa y por ende no tienen un cuerpo físico, sin embargo, no han alcanzado la unión con Purusha (con el Ser), por ende, aún se encuentran en algún otro nivel de existencia, identificados con algún otro aspecto más sutil de la materia (Prakrti), que puede ser cualquiera de los principios o Tattvaas en los que se despliega prakrti al manifestarse. En otras palabras, se encuentran en planos que no vemos físicamente, como seres que aún no se han unido con el Ser o el alma y que por ende, sus huellas e impresiones (samskaras) aún se encuentran en un estado latente, en potencia, como una semilla. En el momento en el que una de estas semillas se despierta, entonces vuelven a encarnar en un cuerpo humano.
Lo siguiente es mi opinión, y nada más que mi opinión. Sin un buen comentarista que profundice en las sutilezas del contexto (como Edwin Bryant), sutras como éste, desde mi perspectiva, se prestan para reforzar la interpretación y creencia moderna de que el yogui debe rechazar o negar el cuerpo. A pesar de que este texto fue escrito para una audiencia de hombres brahmins, renunciantes y ascetas, me intriga saber si realmente Patañjali proponía una negación del cuerpo o si más bien se tratase de un “no ser dominados”, definidos ni sesgados por la experiencia individual de la materia. En especial, lo cuestiono considerando el hecho de que Patañjali fue tan influenciado por el Budismo. Negar el cuerpo, que es nuestro vehículo, sería algo así como estar perdidos en el desierto sin transporte ni alimentación, encontrarnos con alguien que con mucho amor nos ofrece un aventón de regreso a casa, llegar a casa gracias al servicio desinteresado de quien nos encontró y transportó sanos y salvos y entonces odiar odiarle por ello.
Por supuesto, saber qué quería decir exactamente Patañjali cuando hablaba del cuerpo y trascenderlo, es algo que no sabremos con exactitud, todo lo que podemos saber es lo que los expertos y académicos han logrado interpretar con base en el contexto histórico, social y cultural, y con base en algunos textos de comentaristas a lo largo de la historia como el Yoga Bhasya, que al día de hoy no sabemos con certeza si fue escrito por el mismo Patañjali o por Vyasa.
Desde mi perspectiva, en definitiva, no hace sentido alguno rechazar o negar al cuerpo, como si fuese algo sucio, como si fuese un impedimento. En casi todas las tradiciones de sabiduría ancestrales el cuerpo se honra como parte -vehículo- de la experiencia del alma. A pesar de que encuentro muchísima sabiduría en los Yoga Sutras de Patañjali que se revela a lo largo del tiempo con más claridad para mí, no puedo coincidir con esta negación. El cuerpo es un vehículo, y no es sólo un vehículo sino que es, además, parte inseparable de la materia, de la gran divina Madre Tierra, y por ende no puede ser algo sucio ni despreciable, sino, al contrario, un regalo, un regalo para la experimentación de la Vida humana, de la existencia individual de la consciencia. Considero que la gran trampa es creer que nuestro ser está limitado a este cuerpo, y terminar siendo presas de sus necesidades, deseos, emociones y realizaciones, es decir, convirtiéndonos en esclavos de ello, lo cual nos impide accesar a la plenitud de la experiencia de la unidad con el todo.
Sabiendo que Patañjali ha dejado tanta sabiduría en su texto de los Yoga Sutras, aún considerando que su audiencia eran meramente ascetas, me es difícil aceptar que su posición es la de negar el cuerpo, y coincido más con aquellos expositores y comentaristas que se refieren a la trascendencia del mismo, lo cual no implica una negación y deja a su vez espacio para la integración. En la negación hay rechazo, y en el rechazo siempre se esconde el miedo. Si fuese así, la sabiduría del texto perdería su coherencia. Pero de nuevo, esto soy solo yo, elaborando mis entendimientos y posiciones.
Al final, esa es la trampa de las palabras, que son limitantes, y por ende al tratar de describir algo tan infinito e ilimitado como el Ser con ellas, se empieza a diluir la esencia de lo que Es.
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